Historia de Sabiote

Nuestra Historia

La ocupación más antigua de Sabiote la tenemos en el mismo núcleo urbano, en la zona del castillo, donde una excavación de urgencia realizada en la Plaza del Castillo permitió documentar en la secuencia una ocupación que arrancaría de la Edad del Cobre, en el III milenio antes de Cristo, sin arrojar mucha información. Aunque desconocemos por el momento otros asentamientos de estas etapas más antiguas, es más que probable que existieran algunos sitios durante esta etapa calcolítica en el valle del Guadalimar y que surgieran en un proceso de colonización de las tierras más fértiles junto al río.

Sí sabemos que, al menos desde mediados del II milenio antes de Cristo, Sabiote y el entorno de su término municipal ha acogido una intensa ocupación humana, como demuestran los resultados de algunos trabajos de prospección superficial que se han venido realizando por diversos equipos en la vertiente norte de la Loma de Úbeda.

Esos momentos de la Edad del Bronce se caracterizan por ser asentamientos aterrazados artificialmente, normalmente cortando las laderas de los cerros y estableciendo plataformas sobre las que se situarían las viviendas, que empiezan a presentar plantas rectangulares o pseudorrectangulares, con una compartimentación del espacio, con zócalos de piedra, y enterramientos bajo los suelos de las viviendas. Éstas son las características que debió presentar el asentamiento que ocupaba la explanada de la Plaza del Castillo para esta etapa. Se documentaron varios enterramientos en cista, formados por lajas de piedras trabajadas; uno de ellos sólo presentaba en su interior restos de un cráneo, que por su tamaño y grosor podría tratarse del de un niño de corta edad, que conservaba como ajuar algunos restos de cerámica.

En otro aparecía un individuo en posición fetal, con un ajuar formado por una botella con pequeños mamelones en el hombro, una tulipa de pequeño tamaño y dos cuchillos de sílex. A este mismo período de la Edad del Bronce corresponden también los poblados de La Cobatilla y el Cerro de la Muela. En este último se pueden apreciar en la parte más alta de la meseta líneas de fortificación, apareciendo por toda la meseta grandes cantidades de piedras pertenecientes a antiguas estructuras.

Tenemos un amplio vacío de información entre estas fases y etapas más recientes, pues ya no volvemos a documentar ninguna ocupación hasta el final de la etapa ibérica, entre los siglos II y l antes de Cristo, en el que encontramos un poblamiento en llano, fuera del “oppidum”; éste es el caso del sitio conocido como Cortijo Avenazar, situado sobre una gran terraza del río Guadalimar, un poblado bien definido por estructuras en superficie que configuran un total de 20 ó 30 casas, que presentaban como módulo un patio de grandes dimensiones al que se adosan diversas habitaciones, documentado por Luis Gutiérrez; al igual que ocurre con Las Norias, un pequeño asentamiento situado sobre la primera terraza de la margen izquierda del río Guadalimar, que presenta una primera ocupación en este momento, y que seguirá teniendo ocupación en momentos posteriores.

Este modelo se verá truncado a partir de la destrucción de Giribaile en torno al año 80 antes de Cristo, y la romanización sólo se verá plasmada a partir del siglo I después de Cristo con la concesión del derecho latino por Vespasiano, lo que dará lugar a un tipo de poblamiento basado en la ocupación del campo por el pequeño campesinado en lo que se conocen como villas. Éste es el caso de Fuente del Diago, donde aparecen gran cantidad de restos cerámicos de este momento, “terra sigillata”, cerámicas comunes y elementos de construcción como las “tégulas”.

Se volverá a ocupar de nuevo el Cerro de la Muela, donde encontramos materiales adscribibles a este período, el Cortijo Avenazar, y Las Norias, aunque en este último lugar la ocupación se prolongará hasta la época bajo imperial.

La importancia histórica de Sabiote ha quedado constatada por las numerosas investigaciones histórico-arqueológicas que se han desarrollado en el municipio en los últimos años. Todos estos estudios destacan la progresiva configuración de un asentamiento humano, como consecuencia de una intensa ocupación en la Edad Media. La posición estratégica que ocupa el municipio dentro de la Loma de Úbeda fue un factor determinante para que los musulmanes, una vez conquistada la península ibérica en el siglo VIII, establecieran en ella un pequeño asentamiento.

Las excavaciones arqueológicas han documentado la existencia de niveles de ocupación fechados entre los siglos VIII-X, correspondientes a un pequeño lugar de refugio (“hisn”), dotado de una cerca o muralla de tapial de tierra, que con toda posibilidad ocuparía una zona comprendida entre el castillo y las calles Martínez y Albaicín. Este núcleo sería utilizado, al igual que ocurre en otras zonas de Jaén, como un lugar de defensa común por todas las comunidades de aldea que habitaban sus alrededores, por lo que a él acudirían para refugiarse y defenderse todos los habitantes de las “Qurà” (alquerías) ubicadas en las vertientes que descienden hacia el valle del Guadalimar.

Este pequeño núcleo se fortificó durante la “fitna” de finales del siglo IX, y tras la pacificación de Al-Andalus y el triunfo del proceso de islamización desarrollado por los omeyas, Hisn Sibyawt o Sabiyut se integró dentro del “Iqlim” de la ciudad de Ubbada (Úbeda), a la que quedó supeditada administrativamente, según cita Yaqut al Hamawi a finales del siglo XII o inicios del XIII.

El desarrollo de este asentamiento se acelerará a medida que los ejércitos cristianos se aproximan al valle del Guadalquivir, provocando el éxodo de numerosos pobladores que abandonan las zonas conquistadas para establecerse en la Cora de Yayyan (Jaén). De esta manera el antiguo Sabiote experimentó una notable expansión hacia el sur y suroeste, ampliándose su lienzo amurallado hasta englobar un espacio comprendido entre las calles Minas, Juan Salido, Cuesta Molina y Albaicín.

Este asentamiento fue conquistado por Fernando III entre 1227 y 1229, durante las operaciones militares desarrolladas en la Loma de Úbeda. A partir de estos momentos se le otorga al municipio el Fuero de Cuenca. No obstante, en el año de 1257 Alfonso X entregó la villa a la orden militar de Calatrava con todos sus términos y heredades, en compensación por la villa y castillo de Almoguera, constituyéndose la Encomienda de Sabiote.

La conquista del municipio trajo consigo transformaciones significativas. En este sentido hay que destacar la construcción de una sólida fortificación en el extremo noroeste del “hisn” islámico, al tiempo que entre los siglos XIII y XV se produce, por un lado, la ampliación del casco urbano hacia las vertientes norte, oeste y sureste, y por otro, una importante reestructuración de la trama urbana existente, con la construcción de varios viales que enlazaban los puntos extremos del municipio con la iglesia, la fortificación y otros edificios principales, entre ellos una posible tercia o pósito. Un edificio de planta rectangular construido frente a la fortaleza, y cuyos restos, que fueron documentados en las excavaciones arqueológicas dirigidas por V. Salvatierra en 1986, han quedado integrados en la plaza del Castillo.

Esta importante transformación urbana requirió la edificación de un complejo sistema defensivo, dotándose al municipio de un nuevo cinturón de murallas de mampostería, defendidas por torres de planta cuadrada. A su interior se accedía por cinco puertas: de la Canal, de los Santos, de San Sebastián, de la Villa y del Tejar. Finalmente, entre los siglos XV y XVI, surgen dos arrabales junto a la puerta de la Villa y de San Sebastián, aprovechando aquellos terrenos más llanos situados en las inmediaciones de los caminos de Úbeda y Baeza.

Sabiote perteneció a la orden militar de Calatrava hasta finales del siglo XV o principios del XVI, momentos en los que es vendida por don Alonso de Baeza a don Francisco de los Cobos por la cantidad de 18 millones de maravedís.

El Fuero de Sabiote es un antiguo código de suma importancia, tanto para la historia local, como para la del Derecho español en general. Cuando en la Edad Media los cristianos reconquistaban las tierras hispanas que los árabes ocuparon a raíz de la invasión iniciada en el año 711, los reyes otorgaban a los pueblos que iban anexionando una serie de privilegios, a la vez que unas normas jurídicas reguladoras de la vida local y de los derechos y deberes de los vecinos. Estas normas fueron conocidas como Fueros municipales.

Sabiote fue reconquistado por el rey Fernando III el Santo hacia el año 1227, otorgándole el Fuero seguidamente, si bien la redacción del mismo, al menos en el texto que hoy conserva, no fue hecha hasta finales del mismo siglo XIII. Este Fuero fue sucesivamente mejorado y confirmado por reyes posteriores, como Alfonso X, Fernando IV, Alfonso XI, Enrique II y Juan II, así como por diversos Maestres de Calatrava, Orden Militar a la cual pertenecía Sabiote desde que en el año 1257 se la diera como Encomienda el rey Alfonso X, hasta que en el año 1537 el Emperador Carlos I confiscara las propiedades de las Órdenes y vendiera la villa por 18.500.000 maravedíes a su Secretario Francisco de los Cobos, permaneciendo desde entonces en poder de sus descendientes los Marqueses de Camarasa, en calidad de Señorío, hasta que tales Señoríos fueron abolidos por las Cortes de Cádiz de 1811. Sin embargo, todavía conservan algunas propiedades en Sabiote los descendientes de Cobos.

Del Fuero de Sabiote no existe más que un manuscrito o códice que se guarda en el archivo municipal del Ayuntamiento. Está escrito con letra de tipo gótico en tinta color sepia con rúbricas en tinta roja y los comienzos en morado, rojo y verde con adornos. En el folio segundo una cruz de vivos colores ocupa la plana, y a ambos lados se leen los evangelios de San Juan y San Lucas. Este valioso e importante documento deriva o forma parte de la familia del Fuero de Cuenca, norma jurídica matriz o base de otros, entre los que se encuentran los de Úbeda, Baeza e Iznatoraf.

La cubierta del códice originario es de pergamino y en ella se lee (con letra del siglo XVIII, según el Profesor Porras Arboledas) “Fuero de Sabiote”. Pero en el siglo XIX el libro fue encuadernado con pastas de color marrón y los extremos de sus noventa folios guillotinados, quedando con un tamaño de 262 x 180 milímetros, figurando en el lomo “Privilegios de Sabiote”. El mal estado del texto de los primeros folios lo atribuye el citado profesor a las fotocopias realizadas en los últimos años, si bien añade (y puede comprobarse) que la legibilidad es aceptable.

El Fuero de Fernando III, escrito en castellano del siglo XIII, está dividido en rúbricas o títulos que sintetizan el contenido de sus numerosas disposiciones (Porras las agrupa en 887 rúbricas), más las mejorías que del mismo hicieron reyes posteriores. Veamos como ejemplo algunas de estas rúbricas, su contenido y terribles penas, preferentemente las que afectan al sexo femenino. Curioso contenido en muchos casos que, por lo mismo, no queremos dejar de transcribir, si bien en castellano actual para su más fácil comprensión:

  1. “De aquel que moza ajena fornicare: Otrossí cualquiera que moza ajena fornicare peche como por manceba virgen.”
  2. “De aquel que fornicare a mujer que tuviese marido: Si alguno fornicare a mujer de su marido, sea quemado.”
  3. “De la puta paladina: Sin embargo, si alguno forzare puta paladina (mujer pública) o la deshonrare, no peche nada.”
  4. “De la mujer que abortare: Otrossí, toda mujer que a sabiendas abortare, sea quemada si manifiesto fuere, y si no, sálvese por hierro caliente.”
  5. “Del que las tetas tocare a la mujer: Cualquiera que las tetas tocare a la mujer, peche doscientos maravedíes y salga enemigo de ella.”
  6. “De las mediadoras y de las alcahuetas: Toda mujer que sea mediadora o alcahueta, sea quemada, y si hubiera sospecha y ella se negare, sálvese por hierro caliente.”
  7. “De la mujer que dijere que es preñada de alguno: La mujer que dijere que es preñada de alguno y él no la creyere, sálvese por hierro caliente, y si se quemare no sea creída, mas si sana quedare, el padre debe criar el hijo y recibirlo como suyo.”

A continuación ofrecemos una sucinta sistematización del contenido del Fuero.

Objeto

El Fuero de Sabiote es un compendio de normas jurídicas para regular la organización administrativa, social, penal, mercantil, civil y procesal del pueblo, a la vez que un reconocimiento de los derechos y libertades de sus habitantes.

Organización administrativa local

Administrativamente el pueblo se gobernaba mediante una asamblea de vecinos llamada Concejo, pero como Sabiote fue dado en Señorío a la Orden de Calatrava, sus Maestres pasaron a ser Señores de la Villa, si bien al no residir éstos en la misma, actuaban en su nombre y en el del Rey los Comendadores residentes. Sin embargo, la justicia se aplicaba directamente por el Juez, que debía ser un “sabidor del Derecho”. Las funciones de los Alcaldes eran de tipo administrativo, económico y militar.

Las clases sociales

En aquellos tiempos la convivencia en el pueblo era conflictiva, ya que en Sabiote existían clases sociales diversas con distintas creencias e ideologías y con derechos y deberes desiguales, toda vez que con los cristianos convivían musulmanes y judíos.

Al establecer las clases sociales cristianas, el Fuero distingue entre nobleza, iglesia y pueblo. Dentro de los primeros menciona a los caballeros, infanzones e hidalgos o hidalgos. Entre los segundos, clérigos, sacerdotes y religiosos. Finalmente, la tercera clase estaba constituida por los trabajadores o peones.

Entre los trabajadores del campo se citan, entre otros, al “meseguero”, que era el encargado de velar por las mieses y evitarles daños, así como el “yuvero” o “yuguero”, figura similar a la del actual aparcero. Al ser regulada la ganadería, se destacan las figuras de los pastores, vaqueros, cabrerizos, porquerizos y boyarizos, así como la de los llamados “caballeros de la sierra”, que eran los encargados de guardar los montes de los Concejos. En lo relativo a oficios manuales, figuran los maestros de obras, carpinteros, herradores, herreros o “ferreros”, zapateros, abarqueros, pellejeros, “alfayates” o sastres, tejedores, tundidores, taberneros, leñadores, molineros, horneros, carniceros, maestros de ladrillos y olleros. Para vigilar la actividad de estos artesanos y cobrar derechos y multas actuaba el almotacén.

Protección y defensa

La hueste o milicia del Concejo era el medio armado y organizado contra el enemigo musulmán, tanto para defender la villa como para atacar. En el Fuero se detallan las armas que llevaban los hombres a la guerra y que eran: las del caballero, escudo, lanza y espada; las del peón, lanza o porra; y la del ballestero, ballesta con cien saetas.

El comercio

El Fuero protegió el comercio en la villa y reguló su abastecimiento. La feria fue el medio de desarrollo de la actividad comercial y se estableció durante la semana anterior y posterior al domingo de Pentecostés.

Como monedas se citan el maravedí, el dinero, el sueldo, la meaja o medio dinero, y el mencal (sueldo y medio). Respecto a las medidas de superficie que se mencionan son: el estado (49 pies cuadrados); el pie (28 centímetros); el palmo (12 dedos); el dedo (duodécima parte del palmo o 18 milímetros); y el codo (418 milímetros). Como medida agraria cita el Fuero la aranzada, que en Córdoba equivale a 367 deciáreas. Como medidas de peso, la onza (28,7 gramos); la libra (460 gramos); la arroba (que también es medida para líquidos, con 25 libras de peso); y, finalmente, el quintal, equivalente a 4 arrobas ó 46 kilogramos. Entre las medidas para áridos figuran la fanega y el cafiz, que equivale a 12 fanegas.

Los bienes del Concejo

El título primero del Fuero otorga a los vecinos o a los que vinieren a poblar, “la villa de Sabiote con su término, con montes, con fuentes, con pastos, con ríos, con salinas y con venas de plata y de hierro o de cualquier metal”. El Concejo tenía una serie de tierras de uso común o comunales, el egido, que eran tierras cercanas a la villa, así como determinados bienes colectivos tales como las pedreras, yeseras, tejeras y molares. Respecto a las dehesas propias del Concejo, únicamente eran destinadas para caballos, mulas y asnos, no para ganado lanar y cabrío.

Normas sanitarias

Desde este punto de vista se regula el establecimiento de retretes o excusados, estercoleros y albollones, así como el uso de los baños públicos y el establecimiento de palomares y colmenas, respecto de los cuales se dictan normas protectoras, al igual que se hace con la venta de pescado en el municipio.

La caza y la pesca

Contiene el Fuero de Sabiote normas reguladoras de la caza y del derecho de los cazadores a tomar las presas de caza mayor y menor, así como las vedas. Se citan entre los animales a cazar el puerco (jabalí), el ciervo, la liebre, el conejo y la perdiz. Respecto a los perros de caza, menciona los alanos, sabuesos, galgos y podencos. De las aves de cetrería los azores y los gavilanes. Y sobre los útiles, las redes, los cepos, los lazos y las losas. En lo que se refiere a las armas de caza, las ballestas, las saetas y los venablos.

El Derecho Penal

Pese a la dureza de las penas, que ya hemos podido apreciar al tratar las divisiones del Fuero, y que podremos ver seguidamente, la influencia del Derecho Romano y del Canónico se aprecia en muchos de sus preceptos, principalmente al establecer circunstancias modificativas de la responsabilidad como son las atenuantes y las agravantes. Pero es lo cierto que las penas son terribles y variadas y que la regulación de cualquier supuesto está siempre precedida o seguida por sanción pecuniaria o corporal. Así, por ejemplo:

  1. “Todo hombre que convidare a una persona a su casa a comer o a beber o a consejo y lo matare, entierren al vivo bajo el muerto.”
  2. “Todo aquel que en otras tierras mujer velada tuviere y en Sabiote con otra se acostare, sea quemado.”
  3. “Cualquiera que a moros armas vendiere o llevase, sea ajusticiado.”
  4. “Otrossí, todo aquel que al Señor de la villa matare o hiriere, sea despedazado por miembros.”

En casos de menor importancia la sanción era de tipo pecuniario, como podemos ver seguidamente:

  1. “Todo aquel que el culo a otro en la cara pusiese o hiciera pedos o villanías de esta clase, peche 300 maravedíes.”
  2. “Otrossí cualquiera que palabra o canción mala levantare de alguno, peche 100 maravedíes.”

En términos generales, los delitos castigados con más severidad son los cometidos por bandas armadas y salteadores, los homicidios, hurtos, robos y su encubrimiento, la traición y la castración, así como los de tipo sexual, principalmente el adulterio de la esposa, el abandono del niño, el aborto, bigamia, barraganía y sodomía. Asimismo, los falsos testimonios y las falsedades, las alteraciones de precios y las hechicerías. Respecto a los animales, las muertes y daños causados a los mismos y por los mismos. Y en relación con las propiedades, son numerosas las normas que las protegen y las penas establecidas para los que causen daños en árboles, viñas y huertas, así como en el campo en general.

El Derecho Civil

A diferencia del Derecho Penal, el Fuero de Sabiote aborda la casuística civil en forma similar a la de nuestro vigente Código. Pero así como se ha dicho que éste dedica su articulado a la protección de la propiedad y todo lo con ella relacionado y ni un solo artículo a la de un niño, el Fuero es más humano en este sentido y, a la vez, más variado en la regulación de hechos y supuestos. Así puede apreciarse en algunas de sus rúbricas, tales como: “Del niño que quedare sin teta”, “De cómo se ha de criar al huérfano”, “Del que lirios o rosas cogiere”, “De los molinos, de las acequias y de los canales”, etcétera.

Respecto a la propiedad se establece, ciertamente, una férrea protección y defensa de la tenencia de la misma por su dueño, por lo cual éste podía disponer de ella sin limitaciones y mediante las formas hoy reconocidas, tales como la venta, donación, permuta o sucesión.

El derecho de familia se fundamenta en el vínculo producido por el acto y contrato matrimonial, con entrega de arras y las subsiguientes velaciones, pero en determinadas condiciones y pagos de fianza el Fuero admite la repudiación de la mujer por el marido. Lo mismo ocurre con el concubinato o barraganía, aunque de manera más limitada. Como en el Derecho actual, se estableció en el Códice sabioteño el régimen de gananciales respecto a los bienes adquiridos durante el matrimonio, así como la patria potestad de los padres sobre los hijos.

La regulación de los bienes para el caso de muerte se hace mediante el testamento, y cuando éste no se ha otorgado (es decir, a lo que en Derecho se llama sucesión intestada), el Fuero denomina el hecho “morir sin lengua” (“Del que sin lengua muriere” dice la rúbrica). La partición de bienes es el acto en el que se atribuyen éstos a los herederos del causante o fallecido (“De la partición de parientes et de fijos”).

La disposición de los bienes mediante contrato se establece igualmente de forma precisa, tanto en lo que se refiere a la compraventa como a la permuta, arrendamiento y aparcería, tocando también otras figuras jurídicas como la prenda, la hipoteca, el préstamo y el hospedaje.

Por último, atisbos de la regulación del trabajo aparecen en el Fuero al establecer el horario laboral de los peones, los cuales, en los días de ayuno durante la Cuaresma, tenían que labrar la tierra hasta el toque de la campana de la iglesia de Santa María; y en los días restantes, hasta el toque de vísperas en la iglesia parroquial.

Antonio Rodríguez Aranda

El conocido Pi y Margall, en una de sus referencias a la Historia de España, señalaba que la fortaleza de Sabiote fue conquistada en el año de 1225 por Fernando III, quien terminó otorgándole para su ordenamiento el Fuero de Cuenca. Posteriormente, desde 1257, la villa dependió de la Orden de Calatrava por mandato expreso del rey Alfonso X. El siglo XIII, pues, significó el de la conquista cristiana de Sabiote. Conquista, en todo caso, que no impidió en modo alguno que la fortaleza de Sabiote siguiera participando, por tiempo, en hechos y disputas de los distintos reyes castellanos. Conocida es, en este sentido, la rebeldía contra el Trastámara Enrique IV y su apoyo al infante don Alfonso. En efecto, “antes de acceder Isabel la Católica al trono de Castilla, el Chanciller Enrique de Figueredo acudió con gente de guerra de don Rodrigo Téllez Girón para tomar el castillo de Sabiote en nombre de don Enrique IV. (No obstante), enterado de ello el Conde de Cabra, don Diego Fernández de Córdoba, a la sazón en Baeza, juntó a su gente y avisó a don Pedro y a don Rodrigo de Manrique, hijos del Maestre de Santiago, que estaban en Úbeda. (De esta forma), todos juntos, unos 300 a caballo, libraron la batalla y vencieron a don Enrique de Figueredo, al que lograron cautivar, quedando de nuevo Sabiote para la Reina Isabel”. Rebeldías, en último extremo, que se insertaban dentro del contexto general que pulsó entre una nobleza levantisca y la propia institución real. Como es sabido, dicho pulso terminó ya adentrado el reinado de los Reyes Católicos e incluso en el de Carlos V.

El pulso quedó expresado, entre otros hechos notables, en la propia acción emprendida por Carlos V en 1537, quien al objeto de “obtener dinero para la campaña de Túnez, vendió Sabiote a su secretario Francisco de los Cobos”. Desde este momento, pues, Sabiote tendrá nuevo señor, ya que por dicha compra don Francisco de Cobos obtuvo “no sólo la propiedad de numerosas fincas rústicas y urbanas, sino también la cerca, fortaleza, vasallos y la jurisdicción civil y criminal”. Francisco de los Cobos se hace dueño y señor de Sabiote, consolida su compra y, una vez conseguido lo anterior, obtiene del Emperador el Señorío de Sabiote. El destino del señorío, desde el primer tercio del siglo XVI, correrá parejo al destino de la casa de los Cobos, hecho que, como se sabe, no hizo sino incluirlo, en la segunda mitad del siglo XVI, en el marco de las vastas propiedades de la casa de Medinaceli, a la que pertenecerá por tiempo el castillo palacio de Sabiote.

El siglo XVI se cerraba, pues, con la definición del marco institucional en el que se insertará Sabiote en la entrada del siglo XVII. Centuria que como fue normal en todo el reino se caracterizó por la depresión y las continuas crisis de las que Sabiote tampoco se libró. En efecto, las reiteradas coyunturas del hambre, sequía, enfermedades y epidemias se conjugaban con una política de fuerte presión fiscal y militar que no hacía sino agotar los ya de por sí exiguos recursos de la villa y de sus vecinos. No es de extrañar, pues, que el siglo XVII pase en Sabiote, como en tantos otros lugares, totalmente huérfano de hechos notables. Habrá que esperar a principios del siglo XVIII, concretamente al 1710, para que Sabiote, esta vez de la mano de la crisis dinástica abierta a la muerte de Carlos II, nuevamente aparezca en la escena de los acontecimientos políticos de la mano de su apoyo decidido a la causa y bandera de Felipe V y, con ello, al cambio de dinastía en España.

Si a principios del siglo XVIII veíamos la villa de Sabiote inmersa en los problemas del cambio de dinastía, a principios del siglo XIX hacía lo propio, esta vez de la mano de la invasión de las tropas napoleónicas. En efecto, la Guerra de la Independencia tuvo también su escenario particular en Sabiote, donde llegan las tropas francesas de ocupación en julio de 1808. Como en muchos otros ejemplos, también en esta villa la presencia francesa se saldó con enfrentamientos, pillaje y demás actos de represión, así como acciones de resistencia vecinal, por lo general desordenadas y poco numerosas. Si 1808 fue el año de la presencia francesa en Sabiote, 1814 fue el de la recuperación de la estabilidad institucional de la figura de Fernando VII, al que profesaron también aquí los usuales actos de sumisión, tanto religiosos como civiles.

La Guerra de la Independencia había concluido y los Borbones nuevamente estaban en el trono. La normalidad aparentemente volvía a las tierras del reino. Los vecinos de Sabiote, alejados de las disputas que por aquel entonces enfrentaban a liberales y absolutistas, intentaban recobrar el pulso de una, por otra parte, difícil vida cotidiana, en las que las “calenturas intermitentes e inflamaciones” azotaban, especialmente en las estaciones de frío, a una población que todavía continuaba viviendo dentro del espacio que acotaba sus viejas y todavía fuertes murallas. A mediados del siglo XIX todavía no se había sobrepasado el escenario. En palabras de Pascual Madoz, Sabiote se componía de “536 casas, encerradas dentro de una fuerte muralla, excepto dos calles que llaman arrabales, con un castillo muy bien conservado, propiedad del Sr. Marqués de Camarasa (…) hay casa ayuntamiento, cárcel y una escuela pública de niños y otra de niñas (así como también) iglesia parroquial dedicada a San Pedro”. Todo ello para una población total de 3.051 habitantes (806 vecinos), dedicados en su inmensa mayoría a una actividad agrícola en la que primaba el cultivo en secano de cereales, vid y olivar. No en vano, las grandes producciones de la localidad en el siglo XIX seguían siendo el trigo común (se producían unas 20.000 fanegas/año), la cebada (unas 7.000 fanegas/año), el aceite (unas 3.000 arrobas/año) y el vino (10.000/arrobas/año).

Como se puede comprobar, la fisonomía urbana y productiva de un pueblo tradicional apenas si había sufrido mutaciones de relevancia en el Sabiote de mediados del siglo XIX. Tan sólo el rápido crecimiento demográfico de la segunda mitad de dicha centuria (7.012 habitantes en 1900, esto es, casi 4.000 más que a mediados del siglo XIX) inducía a pensar en cambios de alguna naturaleza. Cambios, en todo caso, que apenas si se hicieron perceptibles hasta los años finales del XIX. La crisis agraria que asoló a la agricultura española se tradujo en Sabiote en una durísima depresión que afectó, fundamentalmente, al cereal y al viñedo. A partir de estos momentos y a lo largo de todo el siglo XX, el fuerte protagonismo que había mantenido el cereal fue cediendo paso, poco a poco, al avance del olivar, cultivo que salió claramente reforzado de la crisis de fines del siglo XIX.

El siglo XX se iniciaba, pues, con cambios: en la demografía con el afianzamiento de la población; en la estructura productiva con el progresivo avance del olivar. También lo hará, aunque algo más tarde, en la esfera social y política. Si el siglo XIX se había caracterizado desde este punto de vista por la total desmovilización del vecindario en un contexto marcado por la oligarquización de la vida pública, el siglo XX lo hará precisamente por todo lo contrario, esto es, por la movillzación: en 1916 aparecería la primera organización cenetista en la localidad de la mano del sindicato “La Intelectual”; en 1931 se constituía la agrupación local del PSOE y la UGT; y en 1932 lo hacía la FRCA, de filiación anarquista. Si esto ocurría desde el punto de vista asociativo, en el estrictamente político se asistía a la victoria de la conjunción republicano-socialista en las municipales de abril de 1931, a la victoria del PSOE en la segunda vuelta de las legislativas de 1931, y a la victoria de la coalición de derechas en las de 1933 y en la convocatoria electoral de febrero de 1936. Eventos electorales caracterizados todos ellos, fuese cual fuese el resultado final, por una fuerte movilización ciudadana que respondía, en último extremo, no sólo a un proceso de sensibilización política, sino también, y de forma muy especial, a la traducción a esta esfera de los enfrentamientos y conflictos socio-laborales. La llegada de la Guerra Civil en 1936 y la posterior instauración de la dictadura militar del general Franco cortó de raíz este incipiente y a veces problemático proceso de modernización de los hábitos y la cultura participativa de la ciudadanía.